miércoles, 10 de octubre de 2012

PRESENTACIÓN EN SOCIEDAD


"I abhor the dull routine of existence. I crave for mental exaltation".
Arthur Conan Doyle - The Sign of Four

Al principio, la Policía Cultural estuvo totalmente desorientada. Más acostumbrada a imponer la Doctrina que a oficiar de sabuesos, los investigadores se paseaban por la escena del crimen con sutileza de elefantes. Pero no era su culpa. Cuando sobrevino la peste y se desató la guerra, la noción de delito cobró otra significación. Se robaba para comer, se mataba para vivir, de modo que el catálogo de conductas punibles se trastocó para siempre. Y una vez conjurada la amenaza, los esbirros del Régimen se dedicaron a perseguir opositores. Siguió la matanza, sólo que la justificación fue otra.
Pero este hecho era novedoso. Un edecán halló el cadáver. El Ministro de Propaganda exhibía un abundante derrame de masa encefálica con indicios de haber sido masticado. Un forense sugirió que el ataque era compatible con la furia de un infectado y sin más, se temió un brote tardío. El Comisionado ordenó las medidas precautorias. El inspector Prendick se hizo cargo del caso. Nacido luego de la
Pestilenza, sospechaba que, salvo por las dentelladas, todo aquello constituía un gran fraude. Las crónicas describían a los contaminados como voraces pero torpes y la fractura de cráneo tenía más
de cirugía que de atracón. El asesino obró con calculada astucia y aunque el resto del personal de la casa fue liquidado de la misma manera pavorosa, se habían fingido roturas y desmanes.
El joven detective agotó todas las pistas aún las finanzas del ministro. Desandar la trama fue complejo, no tanto por las autorizaciones necesarias sino por el despilfarro. Sin embargo, identificó una triangulación de fondos para comprar armas, ejecutada desde la misma terminal del jerarca, cuando ya
estaba muerto. Todavía quedaban algunos cabos sueltos pero la evidencia indicaba que el homicidio se había perpetrado para encubrir un acto subversivo. En breve el sumario estaría completo. Una mentira del edecán y supo que era el traidor que le faltaba. A punto de ordenar el arresto, un voluntario alterado genéticamente asaltó al policía para sorberle el cerebro con delicadeza. La sagacidad de Prendick había apurado la presentación en sociedad del Movimiento Colonial Rebelde.

Pablo Martínez Burkett (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 121

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