lunes, 23 de julio de 2012

OBSESIÓN


Como filo que hiere nuestra entraña
y separa la vida de la muerte
así murió mi amor, murió de suerte
ultimado por ti, criatura extraña.

Me pagaste cariño con engaño,
con tu sutil belleza me embrujaste,
hoy solo y desolado me dejaste,
pero a pesar de todo, aún te extraño.

Estaba en los albores de la vida
y te adoraba así como a una diosa;
bien eras de mi alma consentida.

Siendo no más, una mujer hermosa
que fue para mi amor también un daño,
desde entonces no vivo, solo extraño.

Marcelo Ramos Peña, Puerto Padre, Cuba Del libro, Que traje de la costa y el oleaje
Publicado en la revista Carta Lírica 40

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