La última alma humana que lo recordaba tal y como era nos hacía sentar cada año a su alrededor, para volver a contarnos su historia. Un niño, un pesebre, una acémila, una estrella…palabras que su voz metálica vestía de sentimiento y verdad para acomodarlas en nuestro interior. Desde hace siglos, desde que llegamos a este inhóspito planeta rojo, todos los años esa noche, justo antes de cenar, algo nos empujará a sentarnos de nuevo a su alrededor durante unos minutos, justo el tiempo que tarden nuestras unidades centrales en encontrar el programa Navidad, y en lanzar su ejecución.
Paloma Hidalgo Díez (España)
Publicado en la revista digital Minatura 119
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