lunes, 16 de julio de 2012

LA SIRENA


Desde el accidente de su hermano Elián en esa inhóspita carretera la vida no era igual. Estaba obsesionado. Tenía que saber que pasó en aquel lugar.

Un agente, después de mucho insistir, compadeciéndose de él, le había dejado ver el informe policial. Pero eso no consiguió, sino, confundir más sus pensamientos. Su hermano no estaba bebido y la vía era una línea completamente recta, ¿qué había hecho que se despistara de esa manera? No podía alcanzar a comprender como acabó el coche despeñándose por el barranco y estrellándose contra las rocas que sobresalían del mar.

Y en todo ello iba pensando mientras conducía hacía el lugar del accidente. Cuando sólo quedaban unos metros para llegar al punto exacto por dónde se precipito el coche de Elián, empezó a oír una especie de susurró, parecía la voz de una mujer cantando, cada vez lo podía escuchar con más claridad y cada vez se quedaba más ensimismado con la hermosura del sonido. Nunca antes habían percibido sus oídos, nada semejante. “¡¡¡Despierta hermano!!!” Oyó a Elián como en un sueño.

Con el tiempo justo para dar un volantazo despertó de su embelesamiento. Las ruedas del vehículo quedaron a escasos centímetros del despeñadero y con el corazón aún latiendo a mil por hora miró por el retrovisor y vio a su hermano fallecido en el asiento trasero para desaparecer a los pocos segundos no sin antes decirle sin hablar: “Ten cuidado con lo que deseas…”

AZAHARA OLMEDA

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