Estaba la Insondable sentada ante el abismo.
Inmutable la oscura, fulgía en derredor.
Me acerqué silenciosa; silenciosa miró;
tenía la corona sobre su corazón.
Tañía en la alta noche su siembra de campanas,
no había al lado suyo ni soplo ni arrebol.
Estaba la fragancia sin forma de lenguaje,
la música divina callaba entre su voz.
Inalterable y sola forjaba el universo.
Ninguno la llamaba y a nadie ella llamó.
Abarcando los tiempos se movieron sus manos
y a todos los opuestos con su lengua nombró.
¡Igual que limo ardiente sustancia que me ungía!
Tan dulce y misteriosa la imposible miró,
que vi hundirse la noche en clara epifanía
y dar un alarido la luz que en mi creció.
Marta de Arévalo, Uruguay De: Antología de la poesía cósmica
Por Fredo Arias de la Canal
Publicado en la revista Carta Lírica 40
No hay comentarios:
Publicar un comentario