Con los ojos abiertos
como abismos,
te recibió “la muerte enamorada”
y recogió tus versos,
tu último dolor,
tu última batalla.
Qué solo estabas,
qué solo con la muerte
cuando vibró tu voz llamando al alba,
y nadie pudo ya cerrar tus ojos
desbordados de versos,
abiertos, a la luz,
abiertos como alas.
Y decían tus ojos:
No lloréis jornaleros,
campesinos de trigo y aceituna,
niños como la miel, como la avena,
madres de luto y llanto,
vientres de luz,
embriones de luna,
hambrientos poetas, compañeros,
soldados cercados por las balas...
No lloréis más
y despertad un día
allá donde la luz no sabe de batallas.
“seréis la garra suave,
dejadme la esperanza”.
Natalia Benítez de Tena. España
Publicado en la revista Oriflama 17
No hay comentarios:
Publicar un comentario