miércoles, 23 de mayo de 2012

FIEBRE

La casa está destrozada. Los muebles, por el suelo, son los únicos testigos de lo ocurrido, ellos y el revuelo que se puede ver por todas partes. Pero lo peor es esa extraña quemazón que siento por todo el cuerpo, ardiente, molesta. Siento la necesidad de quitarme la ropa y rascarme por todo el cuerpo, pero no hará falta ya que estoy completamente desnudo. Siento una fiebre que poco a poco va remitiendo, y que me permite aclarar las ideas en lo que intento recordar qué ha pasado. No logro recordar.

Miro mis manos y veo restos de sangre. Por fin noto el sabor metálico que inunda mi garganta y me miro al espejo, parece no ser mía. Por todo el cuerpo encuentro esos salpicones que indican que algo grave ha ocurrido, no sé qué pero, sin saber muy bien por qué motivo, me giro y allí en el suelo encuentro la razón de mis preocupaciones. Siento cómo el calor va dando paso al frío por la desnudez pero, aun así, no me atrevo a moverme de donde estoy. Quizá si no me muevo no haya ocurrido, no sea verdad, o solo sea una de esas pesadillas que últimamente tengo. Pero ella está ahí.

Desgarrada, desmembrada, sin la vida que tenía hace tan solo unas horas, la mujer con la que compartía la noche descansa muerta en el suelo de mi salón, y yo no me quito de la mente, la imperiosa necesidad de comer un buen plato de carne cruda. Tal vez las pesadillas que tengo no sean pesadillas, tal vez al despertar no abandono ese oscuro ser que hay en mi interior. Tal vez al despertar descubro que la sombra que oculto es mi verdadera naturaleza, y esa naturaleza tiene hambre.

Dejo que el lobo salga de nuevo.

Juan Antonio Román (España)
Publicado en la revista digital Minatura 117

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