Desde que las palabras salieron de su nada
y aplicaron sus ecos a las cosas,
las cosas les pertenecieron
como el ritmo a la música.
La niebla que arañaba la vid y las estrellas,
que encerraba fantasmas en sus muros,
tomó la claridad del cielo
y rompió los silencios
y la palabra vibró en la sonata del mundo
y se prendió de acordes diferentes.
Ató la luz al pensamiento
y el hombre la hizo suya.
El lenguaje se alzó hasta los ojos y las sienes,
encadenó a sus ecos las ideas,
y volvió el mundo más abierto
pintado en los vocablos.
Crecieron en su árbol las ramas del lenguaje,
crecieron en su savia al infinito;
su exacto poder, tan inmenso,
era ya irrebatible.
Y se alzó la palabra como un arco de triunfo
sobre todos los vientos de la tierra:
rosa, espiga, puñal de fuego,
verdad o astuta Circe,
la palabra, en su arbitrio, nos salva y nos condena.
RAFAELA LILLO MORENO -Alicante-
DE FACEBOOK - 5730 - UN ENCUENTRO
Hace 5 horas
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