miércoles, 25 de abril de 2012

EN CADENAS

(I)


Cautivo de mi piel, soy prisionero
gimiendo melancólicas canciones,
que son los implacables eslabones
y argollas en que vivo y desespero.

Transitas frente a mí por el sendero
tantas veces andado, sin balcones
donde mi forma emerja, ni aldabones
con que pedir entrada el forastero.

Tal vez escuchas el arrullo triste
de cuanto lanzo al aire, que persiste,
aun perdiéndose en álgidos oídos.

Mas no le prestas atención, ni inquieres
mi propio nombre, ni por qué poderes
quedaron mis propósitos vencidos.


(II)

Canto del alba que se abrió en desierto
de húmedos tactos y sutil ternura,
del temblor disipado, y la amargura
escarchando las rosas de mi huerto.

Canto en la oscuridad y a cielo abierto,
y hay quien sabe escucharme, y me asegura
que quizá he desdoblado su envoltura,
dejando su interior al descubierto.

Canto de lo que amé feliz un día,
de lo que sigo amando todavía
tras la brutal amnesia de la amada.

Todo mi canto es júbilo y lamento,
lo que fui y lo que soy, alma en el viento,
entre el hoy y el ayer encarcelada.


(III)

Y no obstante, bendigo estas cadenas
que, a ritmo y rima, en confidencia muda,
saben ahondar en certidumbre y duda,
y entrelazar con luz gozos y penas.

Escribo en las efímeras arenas
con sentido de urgencia. Quien acuda
antes de pleamar, verá desnuda
mi vida en sus más íntimas escenas.

Quien se retrase, perderá el momento
de entenderse a sí mismo, que el aliento
de mí mismo emanado es colectivo.

Mas no escribo por eso solamente.
Lo hago por mantener clara la mente,
y por sentirme, sin amante, vivo.


(IV)

Desde mi cárcel de palabras grito,
si bien la voz es mansa y afectiva;
cuanto me eleva, me hunde o me cautiva
resonará en cada mensaje escrito.

No soy lengua de nadie, mas te invito
a repetir mi voz, si te motiva.
Tú, y quien te escuche, al mantenerla viva
le otorgaréis valor de plebiscito.

Cada cual se verá en mi íntimo espejo,
pues nada es mío propio; me asemejo
a cuantos sucumbieron algún día.

Y al cantar mis eufóricas locuras,
o llorar mis infaustas desventuras,
aliviarán un tanto su agonía.


(V)

Voy, verso a verso, a golpes de memoria,
cincelando episodios de mi vida,
cada aurora dorada, cada herida,
cada revés brutal, cada victoria.

Siempre cantos de amor, porque mi historia,
réquiem, tedeum, cúspide o caída,
fue en sangre y sombra y luz entretejida,
ninguna parte ajena ni accesoria.

No rechazo el dolor, que los fracasos,
y el vino amargo, aunque en dorados vasos,
parte son de la gloria de vivir.

De haber amado, aun si perdí, me alegro;
por tal razón me expreso en blanco y negro,
y aunque he llorado, acierto a sonreir.


(VI)

Mi consigna, vivir en el presente,
(único tiempo que nos fuera dado),
no siempre me es factible, y el pasado
me hace de su mazmorra residente.

Mi libertad no implora, lo consiente.
Mi pensamiento, nunca confinado,
despliega el vuelo sobre el mar nublado,
la tierra en flor, o bajo el sol naciente.

Finalizada mi evasión, regreso
de nuevo a mis prisiones, con un beso
reventando en mi alforja las costuras.

Y vuelvo a recordar cuanto el destino
hizo arder y extinguir en mi camino,
y eso es mi verso, amor y desventuras.


(VII)

Entre papeles vivo, o en tecleo
sensible y tembloroso. Mi balanza
equilibra recuerdo y esperanza,
y en torno a ambos platillos merodeo.

Ligera es mi cadena, no golpeo
metal sobre cemento, pues mi andanza
lleva más bien espíritu de danza
entre mi corazón y el papeleo.

Vivo, es cierto, en mi propio calabozo,
mas a concepto y a latido esbozo
perspectivas de músculo y afecto.

No hay barrotes de hierro en mi ventana,
y es mi voz, aunque escrita, la campana
con que al resto del mundo me conecto.


(VIII)

Me llega la protesta bondadosa
de quien sufre, al leerme, la sorpresa
de ver su alma desnuda en letra impresa,
y hunde en rubor el alma recelosa.

No te conozco, mas la misteriosa,
mágica red del verso envuelve y besa
a través de países, y no cesa
de estremecer la entraña soledosa.

Mi bola de cristal, mi astrología,
consiste en indagarme cada día,
cuanto viví, logré, perdí, y amé.

Y de eso escribo en mi rincón callado,
de lo que todos hemos caminado,
pues en mi huella encajará tu pie.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-

No hay comentarios:

Publicar un comentario