A María Hesle, le rondan los 83 años y esta tarde en la Biblioteca Pública Provincial de Cádiz, presentará su poemario: Los días que no volvieron, de la mano de Jesús Maeso. Una cita que no pienso perderme y un regalo que nos trae lleno de ilusiones.
Con un prólogo de Amelia Retamero Martín, María Hesle, gaditana, nacida en 1929, nos regala esta colección de pequeños poemas en los que la espontaneidad y la frescura de su palabra configuran un poemario de una cierta riqueza de sentimientos al trasluz de su sencillez expresiva. Además del prólogo, hay una breve reflexión de la autora sobre los libros y también unas dedicatorias. Cada poema lleva una cita en su entrada.
El libro se divide en tres partes que se corresponden con épocas de su vida: 1994, 2000 y los años siguientes hasta la actualidad.
Se dice que cada libro es una fe de vida del autor/a y en él entrevemos parte de una vida. Veamos en estos versos:
“El pasado ya no existe,
¿qué diría del mañana?
Sólo acaricio el presente,
el hoy…
porque tengo tu mirada.
La poesía de María Hesle se asienta sobre la humildad ante la vida, evocando el amor que se fue debido al poder del tiempo. De ahí sus nostalgia llenando una soledad que se puebla con una mirada, una brizna de hierba, el refulgir de una ola, un pájaro atravesando el lienzo azul del aire, volátiles circunstancias que pueden motivar su sentimiento y dejar en su retina una siembra de poema:
los bancos son de madera.
Había soledad en el aire
porque tú no estabas”.
A veces, a modo de aforismo poético, nos hace ver una huella que pasa desapercibida:
“Las hojas secas
de amarillo intenso
ponen alfombra donde
el caminante
deja sus sueños”.
María Hesle reaviva la tradición de la unidad del poeta con la naturaleza, hoy tan maltratada:
“Viva está el agua,
su murmullo es sólo mío.
Hago mío el árbol sólo mío.
Una flor me adorna la mirada,
su aroma es eco del paraíso,
lo hago mío…”“Tierno el final de la luz.
Cayó la tarde en los lirios
silvestres, emoción pura
que lleva el alma consigo”.
Démosle la enhorabuena a este libro de poemas breves que pueden ser leídos como si la autora llevara de la mano a quien lo lee por caminos donde el amor a lo bello y un susurro de bondad le acompañarán un rato por encima de la melancolía que acecha a todos los otoños de la vida, como el suyo, y en el que, como dice la prologuista, ella ha tejido esas páginas con “hilos de estrellas y alas de mariposas”.
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