Se pone la ciudad
su casco
de polución
y así, su cerebro de hormigón
queda a salvo
se evitan los sobresaltos
y que sus entrañas sufran
aunque sean de negro asfalto.
Todo el mundo
indiferente por la calle
lleva careta de asco
las manos en los bolsillos
o una bolsa de plástico
en las manos
que es peor. Un ruido
ensordecedor
en la hernia de un atasco.
Vomitan las ventanillas
de los coches
la metralla de los tacos.
Un gorrión
que también es democrático
va y se caga
en una estatua
de un señor que va a caballo.
Con paciencia y mala baba
vienen los guardias
de atascos. Alguna televisión
el chou lo está filmando.
Se ponen caras de cine
entre gestos de teatro.
En el remolino, un caco
aprovecha limpiamente
para llevar su trabajo
a cabo. Después
de una larga hora
se sigue en el mismo tango
unos pocos disimulan
pero otros ya no tanto.
JOSÉ LUIS MARISCAL-Horcajo de Santiago (Cuenca)-
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Hace 9 horas
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