Mi religión, una espera enlazándome. Angustia tensa, tira.
Que no la quiero es mentira. Extrañado soy beso muerto
y resisto como puente en la envidia del barco en el puerto.
Es que ya no me quedan frases para escaparle a la cuerda.
Se van perdiendo mis palabras por laberintos foráneos,
acaso con mi provocar al verbo no he llegado a cobijarla.
Y duerme. Allí, donde al amparo de su luz todo es bello
se extinguieron mis momentos en crepitar de párpados.
Mi otro y adyacente hemisferio, son sus ojos en canción
mi espina. Piedras en su ungir de acastañado sacramento
van lastimándome como en páramos. Erial desconsolado,
su voz define el clima. Como dos cintas de suave bordado
en azul equilibrio de pluma se desenvuelven mis manos,
para tocarla. Estación del otoño en que se frustra mi viaje.
Retorno abrasador vacío, saturado de omisión y quebranto.
Que en la incongruencia de su ignorancia no haya advertido
la caricia del ave impedida de vuelo. Y me ha dolido tanto.
FLAVIO E. LUCIANI-Argentina-
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Hace 1 hora
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