Sumiso el miedo,
te ofreces paso a paso,
cuando bajas los escalones
que a tu son se abren
como el mar ante Moisés.
Con el aplomo de tus pómulos tristes
y tus tacones altivos como ofrendas auditivas,
trenzas con la seguridad de la constancia,
y tiernos gestos,
la huida.
Da miedo
la seguridad de tus curvas
que como kilómetros de heno y talco,
se cosen de miradas
y de pensamientos acuosos.
Pero se que te precede la novela de tu vida,
lo que me obliga,
si quiero,
a llorar con lágrimas de mármol,
sabiendo de tus despechos y condenas consumadas.
Te miras de reojo en el espejo
y lo que ves no es real,
es como si una cena fría
gritara su vacío
en un hotel de cinco estrellas.
Y entonces,
como una tormenta en la tiniebla,
desbordas tu rabia contenida
y huyes hacia delante
con tu cuerpo de platino por bandera.
Y decides ser tu misma
solo en tí,
sola en tí,
para tí.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ-Mérida-
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Hace 1 hora
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