De no tener tu desnudez cercana,
ni la voz que me hablaba en ronroneo,
¿de qué sirve la flor de mi deseo
pugnando por abrir su filigrana?
Desierta está la noche. La mañana,
ciega a la luz, servil al ajetreo
del gentío en perenne cotilleo,
no alcanza el fondo de mi alforja humana.
Parece huir o flojear el brío
que inagotable hiciste. Tengo frío,
y sentarme ante el fuego no me ayuda.
Sólo por ti cada sentido clama;
y no tiene lugar sobre mi cama
la perfección de otra mujer desnuda.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-
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Hace 1 día
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