GUADALUPEI
Dos enormes, gigantescos, árboles
flanquean la entrada a Guadalupe.
Hay que subir para que el monasterio,
fortaleza, nos hiera la retina.
La piedra es reina y señora.
Las flores se asoman a los balcones.
Las calles de gastados adoquines
huelen a miel y a bellota.
En el altar morena y pequeña
la Virgen de Guadalupe
viste dorado manto.
Las fuentes son surtidores
de fría y clara agua.
En la tiendas de la tierra
pan, dulces,
licor de bellota y vino de pitarra.
II
Verdor exuberante,
montañas exultantes,
cielo a jirones blancos y azules.
Hendiendo el aire torres de piedra,
de un castillo monasterio,
morada y feudo de una Virgen
pequeña y morena.
Calles de gastados adoquines,
flanqueadas por soportales pétreos,
huelen a flores y a tierra mojada.
En las tiendas,
abiertas al turista curioso,
cerámica, licor de bellota,
vino de pitarra, dulces y pan.
JOSÉ LUIS RUBIO
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