Sin huella
Se han abierto ventanas en mi vida,
y rostros de mirada incandescente
me han reclamado apego y, complaciente,
les he prestado cálida acogida.
En arrebato entraron, y encendida
la llama del hogar doró el ambiente.
Bebimos y danzamos, y la ardiente
noche de amor quedóse al fin dormida.
Rompió el día. Los ruidos mañaneros
entreabrieron los ojos forasteros,
que iniciaron el éxodo. La estrada
los fue arrastrando en su habitual bullicio.
Y yo pensé: Qué inútil ejercicio
llegar, partir, sin huella en la pisada.
Casa rural
Una casa rural, en las afueras
de la aldea de toscos labradores
que van cada mañana a sus labores
y al dominó en las tardes domingueras.
Sin lujos, mas con amplias cristaleras
frente a la olmeda, abierta a los verdores
del cerro, el naranjal, y a los rumores
del río estremeciendo ambas riberas.
En silencio de gentes, sinfonía
de acentos naturales, y anarquía
de audacias y querencia al interior.
Te espero en el portal. Si te decides,
ven sin llamar, y sin rubor. No olvides
que están los campos, y el instinto, en flor.
De noche
Llamadas insistentes a la puerta,
como quien huye de implacable acoso
y le asegura súbito reposo
la única luz del arrabal despierta.
La entreabrí. Melancólica y desierta,
la calle era retablo silencioso
de sombras inactivas. Y el sedoso
tono cercano de una voz me alerta.
La joven pide asilo. No cuestiono
sus motivos; me basta el abandono
con que grita en silencio su mirada.
Conversamos. Bebemos. Sonreímos.
Se acerca y me da un beso. Convenimos
en que se quede aquí hasta la alborada.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-
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Hace 11 horas
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