domingo, 27 de noviembre de 2011

POEMAS

Sólo en contemplación

Vengo sobre tu olvido, de puntillas,
dormida a mi ansiedad, a mi aislamiento;
la luna es el candil amarillento
que apenas me ilumina en tus orillas.

Con precaución avanzo; las rodillas
flojedad y temblor, agrietamiento
de lo que fuera bloque de cemento
por solidez, y hoy lastre a las costillas.

Vengo para observarte. No pretendo
zurcirle al desgarrón tosco remiendo,
ni rellenar de planes la fisura.

No vengo en persuasión ni en vituperio,
sino en contemplación; viví un misterio,
y quiero una vez más ver su hermosura.


Mi sueño

Sigo abrazado al sueño, balbuceo
que aún no se ha hecho palabra, mandolina
que no rompe silencios, o neblina
ceñida a mí en etéreo serpenteo.

Sólo sombra flotante, pero creo
en su autenticidad, pieza genuina
de esta mi vida, si hoy calma anodina,
con aptitud de acción sin titubeo.

Sé que un día vendrá, y al producirse,
tendrá la calidad de no morirse,
como la zarza ardiente de Moisés.

Yace en mis brazos, y gentil lo arrullo
con el vaivén afable y el murmullo
de la brisa en la copa del ciprés.


¿Amor prohibido?

Porque estaba casada la quería,
tal vez también si no lo hubiera estado;
amor adscrito a lecho profanado
es amor más genuino todavía.

Tiene una cierta dosis de agonía,
y la fugacidad del invitado,
mas la intriga también de haber saltado
la tapia del jardín, en estampía.

Llamado erróneamente amor prohibido,
siendo amor en que todo es permitido,
y al que nada se le ha condicionado.

Prístino amor, que sólo da, y no espera
rango social ni estirpe financiera,
y sólo sufre de vivir callado.


Ya no

Ya no te echo de menos; voy consciente
por calles que antes caminaba en sueños,
y no busco tu imagen. Qué pequeños
se me hacen árboles, viviendas, gente…

Como si en ese mundo tuyo, ausente
mi querencia por ti, se hicieran dueños
de tus propios entornos hogareños,
y de tu realidad omnipresente.

Porque aún estás en cada rama escrita,
en cada calle y pie que la transita,
en cada puerta, muro, arcén, balcón.

Sé que allí estás, porque, al reconocerme,
todos a ti procuran devolverme,
pero ya no me late el corazón.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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