Uno vuelve en pensamiento a los rincones donde amó a la vida.
Uno vuelve a los antiguos vicios.
A veces hablamos a la montaña y agradecemos al grillo cantor
en la maleta, y solemos plagiar a los Poetas
¿Cuántas veces canté un Tango, fingiéndome su autor?
Y busqué en mi garganta al pájaro y en mi interior al niño
que sin prejuicio cantó.
Uno vuelve a los antiguos vicios: – mentir soñar llorar y oigo
la voz que me llama: ¿En qué cielos andas? – y soy agua en la nube
balanceo en la lámpara y relámpago entonando ese viejo son,
que me aleja toda compañía: Mujeres en tatuajes marcadas
y compañeros de taberna.
Reiteramos al antojo antiguos vicios y echados sobre arena soñamos
al Fantasma del mediodía: -- ¡Emilia!, en dulcísima voz, pregunta:
¿”Por qué lloras”?
“Lloro por la alegría de verte”.
¿”Te gusta verme”?
¡”Mucho! Estaba seguro que no volverías”…, ¡pero vuelvo a verte!
“Y ahora, ¿estás convencida que nunca he cometido las cosas feas de
las que me acusabas”?
Sí, estoy convencida de tu inocencia y amor sincero, hacia mí.
¿”No crees que sea despreciable”? – ella movió la cabeza, respondiendo,
pero sin mirarme, tratando de ocultar un gesto triste.
¡Envuelve mi rostro en el negro imposible de tu pelo! – imploré ansioso.
Sí, pero sólo en el sueño. Cuando despiertes, tu piel ardiendo al sol,
ya no estaré – respondió ella.
¡No sueño y siempre he de verte! ¡ Aun admiro tu gesto alegre al poner
en tu cabeza la diadema!
¡Ja ja! – expresó ella, de forma indiferente.
Del Libro En las cartas que leía la Bruja de
OMÍLCAR CRUZ RESTREPO
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