¡Soy!
El sueño desterrado
en la ceniza del retorno,
una calle recorrida
que termina en Guatemala.
Estrilla indiscreta en la tierna piel
del vientre de la patria.
¡Soy!
Indolente grisura envenenada,
mística, nobleza traicionada,
mancha de nostalgia
en el límpido cielo azul del altiplano.
Soy,
Lunar de desarraigo en la nívea piel de la querida tierra
quezalteca que se vuelve conmigo un suspiro,
sollozando quejas en el verdor de los pinares,
los cipreses enlutados,
los amigos secuestrados,
los ideales traicionados,
los hermanos olvidados,
las orquídeas y los manzanares,
las cerezas y rosales ensuciados.
¡Soy!
El recuerdo de tu nombre
pulido en la cascada inerme del exilio;
la voluptuosa voluntad de olvidarte
en la estatura indiferente de algo nuevo
que se pierde cuando beso
geografías diferentes.
¡Soy!
La debilidad ante la fuerza de esperarte,
el hambre de quererte,
la hartadura de evocarte.
Cada día en el pan nuestro dividido, soy
la sinrazón de amarte razonablemente
ante el paso del espejo entre mis canas.
¡Soy!
El rictus del olvido,
el miedo,
la pornográfica manera de esconder el llanto
con la rémora del dolor disimulado,
el tedio silenciado con la risa.
Un son disfrazado de bolero.
¡Soy!
Vicio seminal de gozos enterrados,
tranquilidad de aulas, libros y papeles,
amor docente en el cerebro,
rencor compartimentado entre los dedos
que saben de disparos y señuelos,
de subversiones, entregas y escapadas.
¡Soy!
Fusil y piel,
fuga y pasión,
muerte de misticismos y esperanzas,
quebradizo paradigma (paradigma roto),
color y calor humano,
¡porfiada resistencia!
¿Eso soy?
¿Quién lo sabe?
Violeta Aldana Saraccini.
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