Para hoy no tengo lágrimas,
ni flores, ni un altar,
no hay velas encendidas
ni oración por recitar,
no tengo muertos a quien llorar
porque vivían de alegrías,
y solo tengo personas
felices por recordar,
ésas, que un día se fueron
que me falta su presencia
pero que siguen aquí,
tan vivos en mi existencia.
No quemaré mi energía
ni copal,
tampoco incienso,
no escribiré calaveras
aunque antes lo haya hecho,
y me sentiré feliz
por haberlos conocido,
por dejarme sus vivencias,
por regalarme su ejemplo
y hoy por hoy estar conmigo,
dormidos en mi recuerdo.
Este año lo comencé
despidiendo a mi maestro,
para él no tengo lagrimas
tan sólo agradecimiento,
no hay tristeza en su recuerdo,
solo vivencias y tiempo...
y muchos más que se han ido
a partir de este enero;
los entrañables amigos
que viven en el recuerdo,
son evidencia de vida
donde sembraron su amor,
pues me dieron su cariño
tan fresco como una flor.
Este día para mí
es hablar de alegría,
por haberlos abrazado
saludado y despedido
en abrazo fraternal,
de cerca y en lejanía
poderlos acariciar,
con afecto y con amor
que a veces, hace llorar.
Pero mi amor por la vida
será aún después de la muerte
una experiencia vivida,
mi mano para ofrecerte,
un abrazo en que sentirte,
un beso que te recuerde
que los caminos se cruzan
y hay que vivirlo, siempre,
María Reyes García Rangel
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