Puedo oír esta canción
la más vieja del mundo,
entre antiguas dulces notas
resonando aires costeros
con sabor a sal marina.
Puedo oírla entre tus valles
reverberando primaveras,
con sus aves explotando
la nueva simiente
bajo mediterráneos soles.
Y la llevo conmigo
desde el alba hasta el ocaso,
pues cantarla en esta sangre
es latirte en el sonido
de todos los senderos.
Que no daría
este viejo caminante
por gritar en cada puerto,
la voz de su memoria
desde el eco de tu nombre,
repitiéndose incansable
en todo lo que nombra.
Puedo oír aquel compás,
perdurando en el eco
de todas las tormentas
y en cada rayo de luna
dibujándote en la noche.
Puedo estar aunque me faltes,
en el rastro de esta piel
que te ha sentido,
reparando cada grieta
que el sol de la vida le marcó,
conquistando con tu nombre
aquella vieja geografía,
que resiste entre las sombras del olvido
esperando fiel, mansa y erguida
sobre el último legado de su amor.
José Luis Gareis -Argentina-
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