Que los ojos del corazón difundan la semilla que es el águila blanca. Espadas que se agitan en la raíz del verde: la gran ola de pan nos visitaba, entonces fue la luz y el infinito pájaro gozoso, entonces fue tu sangre en el milagro, el corazón de la caída: los ojos tienen ojos.
(Circulaban las flores por tus venas- manantiales de estrellas
con un filo de sombras. Caudales que dolían en la fruta tribal
donde tu voz mordía las raíces del tiempo – porque cayó el
edén y fue la tierra de cemento y metal – y cayó la palmera y
fue la casa turbia, la pared asesina)
De lejos llega el mar, marejada de peces moribundos alimenta
tus ojos, corazón de la Estrella, roce de inmenso sol entre las
noches.
“Yo soy la luz que llega de los túneles, el ángel de alas nuevas,
la sagrada vertiente de la sangre del Mundo, la magnética voz
del derribado que nunca morirá, soy música y palpito debajo de
tu carne la fuerza que construye señales para el creciente edén
sobre la Tierra. Y el Universo fluye por la espalda del día, por
las costillas lentas de la noche, como agua indetenible, explosión del asombro”.
Del libro Origen de Irene Marks
Publicado en la revista deliteraturayalgomas
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Hace 10 horas
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