He de contarte, hijo mayor,
dueño del nunca
más grande que he comido,
cosas de mí y cosas de todos:
La mejor forma de nacer
pica el trampolín de un gran amor
y se zambulle en la química de dos.
Después todo es confortable y oscuro,
y cuentan las matronas
que si te arrullan acaricia el alma.
Yo no sabía por qué el hombre nace
con una mueca contraída y un grito desgarrado.
Ya no tengo la menor duda.
Me tocó en suerte antes que eso
engrosar el vientre de una hembra hermosa
que contempló extasiada óleos del Louvre
junto al hombre que trabajosamente
le obsequió esa luna de miel.
Vos no viste ninguna madrugada
ni partera alguna te palmeó la espalda.
Fuiste la falsa alarma de una enorme esperanza.
Hueco durmió el abrazo de quienes te esperaban
a la hora en que la Patria era ungida
con óleos para sacrificarla.
Llegar es un azar, hijo mío,
partir un sino.
Para el viaje que a continuación espera
nunca nadie regala nada.
El primer barrote del hombre está en la cuna,
al otro hay que burlarlo.
No existe premio mayor
que la silueta cuyo perfume sabes,
la que te acuna y alimenta y
un día nombras con dos sílabas iguales.
No hay socio más incondicional.
Lo demás es alcanzarlo todo,
entender al mundo con la boca,
incorporarse sin ayuda ante público gigante
y sonreír satisfecho
como gladiador henchido
que ha cumplido con el César.
Los primeros amigos son de plástico o madera,
mudos algunos, otros que chillan.
Más tarde el rito circular de dar a luz el mundo
nuevamente y partiendo de tus manos,
como en la cueva junto al Río Pinturas
pero ahora sobre hoja canson.
En ese entonces lastima
como la Bomba Atómica ese niño
que hoy no quiere jugar contigo
(después el hartazgo de la primera que atiza el corazón,
más tarde la ausencia irreversible del ser que te amamantó…
verbigracia: si alguna lección da la vida
es sobre armas de destrucción masiva)
Pero me estoy poniendo grave y no es grato.
También protege el leño de un junio helado,
acaricia setiembre la mejilla que ha llorado,
templa febrero el tiempo del descanso y
compensa cualquier zozobra un abril anaranjado.
A la Nación de adentro la cuida un malón de amigos.
¡Vivir es maravilloso aunque asedie la pena!
Hay semejantes que brillan en el aire
haciendo parpadear la noche a tu costado,
otros quiebran el césped
sigilosamente y no se muestran,
y algunos se anuncian desde un globito
que emerge de lo profundo de un charco.
La palmera cercada por la hiedra
hace brotar su palma hacia el cielo.
Se gana y se pierde pero,
estrictamente,
no se muere.
Sólo hay distintos estados de existencia:
Qué célula que te quedó pendiente, niño sin rostro,
no bebe en este instante una caipiriña en Río,
no se postra ante la Pacha en Purmamarca,
no disfruta un mate triunfal en la otra orilla del Plata…
Quién de nosotros no sos,
hijito parecido a nada?
Del libro Alpargatas de JORGE FALCONE
Publicado en la Editorial Alebrijes
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Hace 9 horas
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