lunes, 6 de junio de 2011

POEMAS

El herrero y el libro

En un caos de herrumbres y chirridos
el herrero transcurre silencioso.
Chispas de artificio surgen de la hoguera
e iluminan su reducto.

El herrero y el libro se parecen.

El libro forja ideas
que marcan muchas veces
el destino.
Estampa imágenes
de recuerdos imborrables.
Transforma sus hojas en cenizas
cuando las devoran
las hogueras del poder.
Se vuelve reja
para la verdad hecha alarido.

El herrero y el libro se parecen.

El herrero con el canto
sudoroso de su piel,
purifica la vida.
Su trabajo es un himno
que enaltece

El libro,
palabra sublime y poderosa,
aspira a cambiar el mundo,
cuando funde ideas
indelebles en el tiempo.

Poema seleccionado en el certamen nacional, organizado por CEN ediciones, Córdoba, octubre de 2001.

Don de la tarde

El sol se desplaza
como inexorable manecilla.
Su luz barniza el borde de las hojas
y las flores rosadas
de jóvenes lapachos.
La serenidad del paisaje
se refleja en el cristal
de la ventana abierta
y se reitera,
en el rectángulo transparente
de la pequeña mesa.
Momento mágico donde
lo que está afuera, se dibuja
en el casual espejo,
como en milenario charco.
El rebote de imágenes y luz
es llave que abre
la puerta inesperada
del recuerdo:
Allí están todos los lapachos
de todas las primaveras,
todos los cantos, todas la flores,
todo el blando suelo,
todo el resplandor vital
de alquimias y perfumes
y toda la paz,
de una tarde pasajera.

Reflejos

La eternidad se edifica
en el charco milenario.
Allí permanece oculto lo inasible
y es refugio de ayeres ignorados.
El cíclico paso de estaciones
reconstruye en su memoria,
inmemoriales reflejos.
En cada primavera
el esplendor rosado de lapachos,
repite la perfecta simetría
entre lo de arriba y lo de abajo,
entre uno y otro mundo.
En el limo hay lluvias
de rosadas campanillas,
hojas desprendidas
y trozos de cielo mutilado.
También todo se reitera
en el otro, el espejo intemporal
que es helado reflejo
de efímeros instantes.
Mientras
el charco permanece,
atesora vida y recuerdos
en su limo tibio,
en su cuerpo húmedo,
en su vientre fértil.

TANGO

“Tango que me hiciste mal
Y sin embargo, te quiero”.

El tango es lamento
de ladrillos desgastados
en patios y tapiales.
Es silbido taconeado
de veredas deparejas
y tarareos de mi madre
apurando puntadas artesanas.
Bajo la luz de un velador
es junio de braseros
y radios encendidas.
El tango es habitante
de rasguidos guitarreros,
de voces varoniles
o del gélido plañir
de la Lamarque.
Como inquilino
de organitos y pianolas,
el tango filtra en mi memoria
la angustia que cerraba mi garganta.
Me abatían sus parias, sus cafishos,
sus madres inclinadas en bateas,
costureras engañadas,
culpas y castigos
y la repetida profesía
de mujeres marchitas
en reproche de llantos y traiciones.

Limosna de alivio a mi quebranto,
es haber vivido y descubierto
que el tango es un lugar
donde moran ilusiones , limosnas,
otarios, muecas del destino,
fragilidad e ingratitudes.
Tango, al final, hoy te encuentro,
tan mío, tan nuestro
como la luna que va rodando
también por nuestras calles,
como el caminito
que nos vio pasar
junto al primer amor,
como la nostalgia
de escuchar tus compases
en tierras lejanas
o como el dolor de aprender,
sin preavisos
que es un soplo la vida
y que al mundo nada le importa,
gira, gira, gira

PATRIA

“Oficio de la luz, oficio sin olvido,
el más hermoso riesgo de la sangre”
Armando Tejada Gómez

Patria, llama misteriosa de un fuego que se expande e ilumina un tiempo nuevo.
En el horizonte ilimitado de gramillas, maizales, trigo, ceibos y lapachos,
te asomas con resabios coloniales y con el fulgor de un pasado que conmueve.
Te levantas sublime, imponente, sobre terrones oscuros y huellas de viento.
Muchedumbres de soldados, de héroes que son bronce, te custodian
y el sol es fragua en el paisaje vegetal de la llanura.
Después de cruzar las sombras, una ofrenda de pájaros y un tumulto de voces
te esperan, con ansias de milagros e inundados de gloria, te saludan.
Patria, eres vida, alma, espejo de rejas labriegas y alazanes briosos.
Eres mestizaje de pieles de aborígenes, de blancos navegantes españoles,
de maderas morenas de guitarras y del canto de rubios inmigrantes.
El regocijo de un pueblo te abraza y añora tiempos de coraje,
Hay aguas sin olvido, sangra la esperanza entre solicitudes de brújulas.
Patria, nadie desea habituarse a lo oscuro, al asedio,
a la muerte y al miedo organizado.
Hay un grito ahogado en las entrañas que puja,
por penetrar el silencio y construir el día.
Patria, ilumina las sombras sin violencia, deshace las penumbras con toda la luz.
En un impulso único, quema maderas carcomidas
y avienta luego las cenizas, para que pueda renacer un Vuelo Nuevo.

ISABEL BRAVO DE RIGALLI

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