Dios hizo al hombre con un violín incrustado en el pecho,
para crear sus cantos a la vida con realista color;
en el día acompañarlo con trinos y a la noche volando
con esperanza y fe, desde los sueños del alma.
Qué violín celestial que me puso en el corazón,
no sólo para el cantar sino versar y declamar con cariño;
y fue que me lo dio desde mi primer grito al nacer,
mis primeras nanas, mis canciones y mi poesía.
Mi poesía es el espejo e imagen de mi alma,
orlada con suspiros y compases de la vida;
al trinar de mi violín todo tiempo se detiene,
emergiendo del silencio todas las musas del arte.
Franquea los paralizantes obstáculos de la oscuridad,
iluminando las insatisfacciones oprimentes de mi alma;
proclama a viva voz mis versos de amor y libertad,
lo que mi lengua calla y la opresión amordaza.
Las siete musas conjugan en los poemas de mi alma,
cantando sin restricción desde el alba al ocaso;
su cultivo otorga aliento a los años que se van,
dejando al escribirlos herencias de paz y amor.
Es la divisa que Dios otorgó a mi natura,
como semillero de amor para despejar las sombras;
versando a la belleza de todo cuanto existe,
desde un guijarro del camino, hasta una mujer bella.
Todos tuvieron tal suerte, mas muchos lo ignoraron,
o lo tienen asfixiando con letales pensamientos;
mas mi poesía lo escribo y declamo con el alma,
invitando a los hombres a vivir el hoy para el mañana.
LUÍS YACO ORMACHEA MÉNDEZ -PERÚ-
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