La ciudad Luz
esconde sus tinieblas
al mundo hedonista y
al mundo del consumo.
Venidos de ese otro que llamamos tercero
(más cercano del cuarto)
los inmigrantes
ofrecen sus productos:
un pañuelo con flores
cualquier artesanía
¡hasta una acuarela en la puerta del Louvre!
En mi mente aparecen
sus figuras delgadas
con la piel emulando
al cobre y al azufre
y en los ojos un brillo de paisajes lejanos.
Tercamente
la lengua de estos inmigrantes
se adapta a las demandas
dejando en el camino
mezcla absurda de signos
y vocablos folclóricos.
Pero hay una figura
instalada en mi pecho
con presencia ciclópea de una estaca clavada
y vuelve con la fuerza de las mareas altas.
Es aquella mujer con su mano extendida
en la puerta del Metro
súplica viva
reclamando en su ruego
a nosotros
caminantes de paso
lo que el mundo le niega.
Una marca violeta en uno de sus ojos
señala la violencia
maltrato repetido.
Este círculo
me llevó a otro plegando escalofríos
donde conviven las sombras de los platos
y lechos hacinados con vahos descompuestos.
También hay niños con mirada de adultos
y moscas zumbando
en forma impertinente.
Esa mujer….
Esa mujer…
Es una cruz en el Metro.
Bertha Carou -Argentina-
Publicada en el libro Siempre iluminadas nunca olvidadas
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