Para Disidente, Brazil.
Profesor Vilasuso, en 1959 usted era un abogado que trabajó en la los tribunales habaneros presididos por El Che Guevara.
Exacto. Comencé a trabajar como abogado en La Cabaña durante la primera o principios de segunda semana de enero en 1959.
¿Cuál era su función?
Nos clasificaban como auditores, en realidad éramos abogados encargados de todas las funciones propias de la profesión, a cada uno se le asignaba una o varias tareas, desde presidir tribunales, instructor, fiscal, y otras funciones administrativas. A mí se me asignaron funciones de instructor, fiscal y entrevistador de testigos; víctimas, reclamantes, o simples visitantes a quienes debíamos recibir atentamente por tratarse de personalidades reconocidas o ciudadanos muy afectados por el conflicto nacional. Muchos casos eran escogidos por uno mismo, trabajo sobrante, existía bastante inseguridad a la hora de asignar tareas y uno podía escoger lo que le viniera a mano; pero estas libertades o mejor autonomías desaparecieron pronto, luego todo era rigurosamente ordenado desde arriba. Nuestra capacidad de afrontar los problemas se veía muy limitada.
¿Conoció a Guevara personalmente?
Desde luego, El Che era muy asequible, a diario lo veíamos paseándose por los pasillos, recibía a todo el mundo, conversaba con cualquiera. Si estaba ocupado, desde fuera de su despacho se podía intervenir, escuchar, ponía mucha atención a todo lo que le pareciera original o útil para sus propósitos. Al principio presidía las reuniones en el club de oficiales. Asistíamos más de cien abogados, militares, periodistas, profesores de la Academia de Instrucción Revolucionaria, personal de oficina, etc. Luego delegó en el capitán M. Duque Estrada que era su brazo derecho. Yo asistía a estas reuniones y siempre se trataba de lo mismo, por eso cuando me invitaron a su oficina para conversar en privado, puesto que era su subordinado, decliné la invitación ya que sabía lo que me iba a decir, lo mismo que a todos los abogados que había invitado primero. (En mi libro se explica este asunto con lujo de detalle.) Para conocer a Guevara no era necesario conversar con él, siempre decía lo mismo, por lo menos a quienes trabajábamos a sus órdenes. Era un jefe como otro cualquiera.
¿Sería correcto decir que Cuba vivía por entonces en un estado de excepción donde los procesos judiciales revolucionarios eran apenas un teatro jurídico?
Rigurosamente cierto. Resume Usted muy bien la realidad de aquellos espectáculos lamentables, (puro teatro jurídico) pero lamentablemente aun hoy tratamos de darlo a conocer al mundo. (La Cabaña y el Che Guevara dedica varios capítulos que ejemplarizan tales situaciones adecuadamente.)
¿Sería entonces acertado decir que el destino de los acusados ya estaba predicho y fijado?
De acuerdo. Le resumo informando que el tribunal de apelación funcionó durante el mes de enero, presidido por el Che, yo estaba allí en esas semanas, allí se tomaron previamente las decisiones definitivas; varios casos de condenados a muerte, pocos, fueron reducidos a treinta años. Pero la gran mayoría de los condenados al paredón ya sabían su destino. Incluso se les asignó una galera especial, conocida por “La Galera de la muerte,” la recuerdo con absoluta claridad, cuando se tenía que atravesar por el pasillo central la galera estremecía el corazón, y dado el impacto que me dejó le dedico buena parte de los capítulos más dramáticos del libro.
¿Cuánta sangre inocente fue derramada por el tribunal?
Bastante, demasiada. Es totalmente inadmisible conforme a los principios más elementales de derecho, y la justicia exonerar de culpas al Tribunal Revolucionario de tan inmensa responsabilidad moral. Toda la sangre derramada en dicho tribunal corresponde a víctimas inocentes, ya que si bien, un número determinado de los sancionados y ejecutados fueron culpables de horribles asesinatos, torturas, delaciones, sadismo, etc, ellos no recibieron las garantías mínimas de que todo acusado es merecedor. Esto se medita muy poco, a veces ni se tiene en cuenta cuando se habla de aquellos acontecimientos. No obstante la justicia o es ciega o no es justicia. Parcialidad y justicia son conceptos incompatibles. Simpatías o enconos son otros cien pesos. Hubo que proceder conforme a derecho para probar las culpas. De haberse procedido de conformidad tal, al menos los verdaderos culpables hubieran quedado clasificados como tales. Esto hoy no se sabe por lo tanto no podemos achacar culpas a quienes por las razones que fueran, no encararon el mínimo de justicia encuadrada en un sistema confiable por antiguo. Nuestro derecho no lo inventamos nosotros, es anterior al cristianismo. He ahí otro enorme fallo producto de decisiones improvisadas que en vez de ser tomadas conforme a la ley se siguieron lineamientos políticos, meras revanchas e ideologías. ¿Qué esperar de un tribunal de derecho presidido por un médico? ¿Acaso alguien aceptaría un abogado dirigiendo una operación quirúrgica?
¿Había civiles entre los juzgados o sólo militares?
Se juzgaban civiles y militares, aunque los civiles fueron escasos, a mí me asignaron un sólo civil importante, el periodista Otto Meruelo, el resto eran más bien uniformados, policías y soldados. La gran masa de confinados eran militares. Pero no por ser militares cometieron crímenes de guerra. Aparte de que el concepto de crímenes de guerra usado por el tribunal (Guevara) no resiste análisis mínimo en derecho.
¿Hubo menores de edad entre los condenados?
Recuerdo uno, lo traté; me pedía que hiciera algo por él, uno de los casos más patéticos que no no podré olvidar jamás, se llamaba ARIEL LIMA. Era un muchacho, no creo que llegara a dieciocho años.
¿Guevara actuaba como juez en los procesos?
Sí, GUEVARA era el presidente de la Comisión Depuradora, es decir del Tribunal y por tanto también del “tribunal de apelación” que funcionó previamente, (enero completo) todas las sentencias comenzaron a ejecutarse el día dos de febrero con el fusilamiento del coronel Pedro Morejón, uno de los crímenes más horrendos previamente ordenados por Fidel desde el día dos de enero en su discurso pronunciado en Santiago de Cuba. En la apelación que tuvo lugar a fin de mes, se hicieron todos los esfuerzos posibles para salvar a Pedro, Duque Estrada removió cielos y tierras para salvarlo, pero ni El Che hubiera podido lograr nada, fueron palabras mayores. Pedro Morejón murió dos veces. No lo podemos olvidar. Al sonar la descarga, cayó como un poyo mojao. Al morir no sufrió tanto como otros inocentes, es que ya en el calabozo había sufrido demasiado…..
¿Quién asignaba la orden de ejecución a los prisioneros?
Eran varios oficiales, dependía de las circunstancias, las órdenes cambiaban mucho. Duque Estrada debía figurar entre ellos, pero no puedo precisar nombres; las ejecuciones fueron ordinariamente un dolor de cabeza, las órdenes podían venir de muy arriba o permanecían en secreto. Allí se jugaba con fuego y muchas cosas permanecen ocultas hasta hoy. Recuerde que estamos tratando un tema tabú, sobre el que habitualmente aparece mucha información poco objetiva. No confiable.
¿Cuántos fusilamientos hubo mientras usted trabajó en el tribunal?
Menos de cien, unos ochenta aproximadamente, durante los meses de febrero hasta junio. Aunque yo me fui antes de junio. No podía resistir las tensiones. Guevara es responsable de casi todas las ejecuciones, excepto los coroneles Pedro Morejón, Jesús Sosa Blanco y Luis Ricardo Grao, tres ejecuciones ordenadas personalmente por Fidel. Puede haber otros casos que desconozco, pues no tenía a mi alcance toda la información, como dije no permanecí en La Cabaña todo el tiempo que duró la carnicería. Conjuntamente debe saberse que actualmente se realiza una labor investigativa seria por parte de la seَñora María Werlau escarbando en el meollo del tema, la cual arroja hasta el presente como probados setenta y nueve casos de fusilamientos. Yo añado uno más dado lo antes expresado, o sea que se trata de una investigación sostenida día a día y que, al cabo de cada período se prueban y agregan nuevos casos. Esto nada tiene que ver con otras documentaciones muy serias como las del señor Severiano López Circe cuyo radio investigativo retrocede a las ejecuciones en Cabaiguán, Manacas, Fomento, Santa Clara y aquellas posteriores al cambio de 1959 en La Cabaña. Estos informes incluyen y superan con creces los números registrados por el tribunal.
¿Hubo algún trauma a causa de los actos violentos escenificados en el tribunal?
El trauma lo sufrimos muchos de los que participamos en aquellos horrores, era una sensación de impotencia sabiéndose uno capaz de impartir justicia profesionalmente, se veía imposibilitado de lograrlo debido a que las decisiones estaban en manos de un hombre desconocedor absoluto de la ley. Un hombre insensible al dolor que predominaba en el lugar y que juzgaba guiado por criterios políticos e ideológicos exclusivamente. Es el lado más obscuro de Ernesto Guevara que, partidarios y seguidores han podido ocultar hasta la fecha sin mayores objeciones. Amén de informantes consagrados internacionalmente que, pasan por alto las zonas abstrusas, ingratas al gran público. No olvide que en parte se trata de ficción.
¿Se le persiguió luego de salir del tribunal? ¿Cómo ha sido su vida después?
Mi vida luego de La Cabaña ha sido muy variada. He trabajado en diversos frentes opuestos al gobierno de Cuba y actualmente me dedico a labores creativas y editoriales cuya calidad no me corresponde calificar, La Cabaña y el Che Guevara constituye prioridad, las ediciones actuales circulan en Puerto Rico y el impacto causado tanto en círculos disidentes con residencia en Cuba, como en el oficialismo cubano, me resulta compensatorio. No obstante considero necesario extender y dar a conocer dicho título fuera de Puerto Rico.
Jacobo Machover escribió en La Cara Oculta del Che (2008) que Che Guevara se regocijaba en asistir a los fusilamientos, estimular a la tropa para integrar los pelotones lo que confirma su sadismo de carácter manifestado en otros aspectos de su vida. ¿Usted presenció algún episodio revelador de esos aspectos sicológicos confirmativos de semejante aseveración?
Guardo recuerdos profundos de esas exaltaciones de carácter propias del Che. En instantes parecía una verdadera fiera, y lo reconocía; pero otras veces de repente cambiaba y lucía un alma calmada, sosegada, inteligente que observaba seriamente todo lo que sucediera a su alrededor. Su pregunta contiene aspectos sumamente difíciles de esclarecer. Daría lugar a un buen trabajo recopilador de datos sicológicos muy propio de la época actual; Ernesto Guevara de la Serna no fue ni lo que oficial, reconocida e internacionalmente se afirma, especie de émulo de Jesucristo; pero tampoco el carnicero con el cuchillo en la boca procedente de la acera contraria.
A mayor abundamiento, lo más revelador era la sensación desconcertante que dejaba en sus testigos presenciales cuando se expresaba fríamente, indiferente, obedeciendo a su ideología marxistaleninista o trozquista motivo que, sus biógrafos más reconocidos, a ratos también pasan por alto. Ahí suele interpolarse la opinión del escritor. Muchos textos guevaristas revelan lo que el autor piensa, cree o desea creer; no lo que pudo haber sucedido. Vertiente que se desliga de la neutralidad indispensable en persecución de la verdad. En su abono, ante casos sensibles, evidentes de inocencia, Guevara provocaba total inconformidad entre personas moderadas y razonables por quienes en esos momentos no mostraba la menor preocupación. No me extiendo en esta respuesta por lo descarnado y rudo de sus descripciones, si comienzo no tengo para cuándo terminar. Además, nadie con verdadero poder informativo hasta hoy, ha mostrado la menor curiosidad por aspectos como éste inéditos de su personalidad, excepto don Pedro Corzo y su último libro YO SOY EL CHE.
¿Sabe usted a cuantos mató el Che con sus propias manos? ¿Conoce usted el libro de Marcos Bravo donde describe la carta de Guevara a su padre mencionado su gusto de matar?
Desconozco a cuántos mató El Che con sus propias manos. Urtimio Guerra uno de ellos. La carta a su padre la leí, aunque no he leído la obra de Marcos Bravo. Sin embargo, recuerdo y reproduzco el simulacro de ejecución que Guevara llevó a efecto en La Cabaña cuando entró a la prisión en busca del teniente Castaño. Allí abrió fuego con una Thompson disparando contra el techo y poniendo a muchos presos bajo el terror. Este acto me lo contaron presos de absoluta confianza, no guardo duda de su veracidad. (Aparte de que la sola mención de la ametralladora es toda una confesión de sadismo que, ha quedado entre bambalinas) Castaño resistió el simulacro de la Thompson con verdadero valor y entereza. Tal vez por este hecho se ha dicho que el Che personalmente asesinó al teniente José Castaño Quevedo. Pero la verdad de este caso desgarrante fue muy otra. A Castaño dedico un capítulo en que pretendo hacer justicia a la luz de los hechos irrefutables, y luego unido a testimonios recogidos en la prisión, me refuerzo con el relato de aquel proceso imborrable, propio de Franz Kafka y magistralmente descrito por el padre Xavier Arzuaga en sus memorias que, desafortunadamente no han recibido ni el reconocimiento ni la divulgación merecidas internacionalmente. Lástima que un testimonio tan veraz y auténtico apenas se conozca, mientras tanto panfleto corriente, repetitivo, parcializado en extremos opuestos, es objeto de sobreabundante publicidad. La verdad no corresponde a ningún extremismo. Por eso la figura de Guevara no se ofrece al mundo mediante textos y testimonios suficientemente objetivos y aceptables desde el punto de vista histórico. Muy en concreto en las etapas tocantes a nuestro tema, el tema del tribunal revolucionario, tema tabú que ahora las audiencias en general demandan con creciente interés…
Las biografías del Che son muchas, Jon Lee Anderson, Jorge Castañeda, Pierre Kalfon, Paco Ignacio Taibo; no obstante ignoran, pasan por alto infinidad de detalles en torno a los eventos ocurridos en La Cabaña, en realidad muy pocos libros tratan ampliamente los sucesos del tribunal, el suyo hasta ahora es el más completo en dicho tema. ¿Qué le motivó a escribirlo?
Buena pregunta. Apenas comencé a trabajar en el tribunal tuve sugerida la idea de que mi experiencia daba pie a un texto fuera de lo común, pero no precisaba sus alcances. Dada mi juventud era desconocedor del mundo editorial y en Cuba ya asomaba la sombra de la censura. Poseía todas las relaciones, contactos, para publicar lo que deseara; aunque el instinto me hacía proceder con cautela. Lo que presenciaba día a día, rutinariamente en el tribunal, daba pie a una espiral de ideas, sugerencias, presagios, vaticinios, sensaciones o adivinaciones sobre el futuro de Cuba. La imaginación bullía y a su vez algo subyacente, un poco misterioso aconsejaba prudencia, discreción; no tanto por posibles errores de cálculo, sino debido a que ordinariamente he evitado las precipitaciones. Escribir no se resume en publicar algo bien escrito, interesante, bien vendido: sino veraz, no es aconsejable tener luego que tachar párrafos enteros, afirmar que dónde dije dije, dije Diego, o mover influencias para que no se conozca material inconveniente. Hablo del celo profesional, intereses editoriales, etc. En especial si se refiere a la historia. La historia no se escribe en el acto ni en presencia de los hechos, los hechos se recogen, se ponen en memoria, guardan en la nevera, o en el archivo, y al cabo de los años se revisan, remodelan, pulen, y confirman; niegan, provocan risa, o llantos de dolor. La vergüenza obliga a botar desperdicios al latón de basura. Más tarde, con mayor calma los manuscritos se compaginan con lo que otros hayan escrito, sin excluir banderas; por ahí seguimos en pos de la verdad, la verdad histórica suele tardar laaaargo rato en confirmarse. Ejemplos sobran.
En el exilio hice trabajo investigativo sobre lo vivido y numerosas personas me instaron a que diera al mundo un testimonio diferente a las exageraciones y banderizajes que han convertido a Guevara en un personaje por lo menos incompleto de su plena personalidad. En rigor Che no responde a los estereotipos con los que se le disfraza. Es ciertamente responsable directo de numerosos crímenes, pero toda vida puede evolucionar y por ello cuando la madurez, los golpes, la familia, o los cargos se imponen, la objetividad nace y crece, descubrimos las cosas despojadas de muchas caretas, demasiadas caretas, caretas demoníacas o caretas de angelitos sin caritas sucias. No crea que todo es absurdo en el verdadero mito creado por Hollywood, la llamada izquierda ideológica, o las camisetas con el dibujo de Alberto Korda. Pocos de los autores reconocidos internacionalmente como autoridades en el tema Che excepto Ignacio Taibo, tal vez alguno otro, (no he leído toda la bibliografía publicada al respecto), han dejado saber algunos cambios interesantes experimentados por Guevara luego del cargo en los tribunales; mire, cuando por ejemplo lo nombraron Presidente del Banco Nacional y luego Ministro de Industrias, por esta época se nos hacía un carácter más reflexivo, distante a los acontecimientos en curso. Esto se comentaba a sotto vocce por la Habana. ¿Sería un cambio? Lo mismo o sugerido, ya se barruntaba mientras yo estuve bajo su mandato; recuerdo que escuchaba y si bien nunca admitió discrepancias, ni nadie logró convencerlo jamás de la injusticia encerrada en sus decisiones; tampoco a nadie un poco suspicaz se le escapaba lo útil de ponerle objeciones sinceras, verdades como palos; posibilidad inconcebible en Fidel por ejemplo, la soberbia, intransigencia y vanidad personificadas.
Claro, que estas ideas no estaban por entonces claras, yo era un jovencito y de los comprometidos con el gobierno, junto al que trabajé en la clandestinidad durante la dictadura del general Batista. Pero el tiempo me ha ayudado a sopesar aquellas experiencias y una vez mejor asimiladas, luego de medio siglo y algo mas, llegaba el instante de ordenar las ideas, revisar datos, cambiar impresiones con veteranos de buena memoria, recoger papeles viejos y trabajar el manuscrito.
Fuera de su libro ¿cual otra lectura recomienda para conocer algo imparcial sobre los tribunales revolucionarios?
La Galera de la Muerte, o sea las memorias del padre Xavier Arzuaga, franciscano que, fue el capellán acompañante de 55 ejecuciones entre febrero y mayo de 1959. Esta obra me ha ayudado poderosamente tanto en la investigación como en los recuerdos, pues los hechos que el padre Arzuaga comenta desde la galera son los mismos que yo presenciaba desde el tribunal. La doble experiencia es reconfortante. De manera que al afirmarse los acontecimientos desde dos posiciones relativamente alejadas, pero coincidentes al cien por cien conceden buen margen de credibilidad para todo el que persiga versiones diferentes a las reconocidas internacionalmente hasta hoy.
Como dije anteriormente y remacho ahora. No pierda de vista que la historia nunca se ha escrito con precipitación; exige tiempo, meditación, imparcialidad, aceptación de errores y culpas, hoy quedamos pocos entre quienes tuvimos al Che mano a mano. Nos morimos a retazos; a veces temo preguntar por fulano o mengano, o por sus hijos o sus nietos. Entre tanto al menos unos cuantos sabemos que la opinión pública internacional no posee una información completa sobre el personaje, llamado Ernesto Che Guevara. Sin desdoro de nadie, los textos reconocidos, pese a sus méritos indiscutibles ofrecen al mundo el revolucionario, también familiar, y no al hombre de poder, menos un carácter inquieto e inconforme por naturaleza. No poco resulta efecto del romanticismo, literatura, y personajes como mi general Facundo Quiroga; pero menos que nada describen al presidente de un tribunal revolucionario de justicia. En la actualidad se pasan por alto o de refilón, los sucesos de los tribunales lo que conduce a enfoques al menos incompletos de una personalidad integral, holística.
En tal sentido es que considero mi humilde contribución para redondear una figura polémica cuyo sólo nombre invita a interesarse por su vida íntegramente, no a retazos.
Además con lo que hoy presenciamos en Latinoamérica en Brasil, Venezuela, Nicaragua, Argentina, Cuba, Colombia, y otros escenarios hay que aprender a pasar las páginas y revisar clisés, estereotipos; calcos al carbón que nada novedoso aportan a una nuevo milenio; es hora de descubrir un Che quien, no convencido de informes oficiales, se le escapaba a la guardia para sorprender y convencerse en el terreno sobre los primeros fracasos del experimento socialistamarxista que todavía languidece en Cuba y Venezuela.
Rene Leon
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