MATER
Junto al rostro de todas las aldabas
me arrodillo
para izar tu nombre,
no importa la clausura del viento ni el sosiego
que marcha a los confines,
las armaduras no son suficientes
para tapiar la lluvia
— y aunque oscura es el alba—,
sus cantares me tienden la mano como si fuesen
estrellas.
Las paredes miran en silencio
—en un doble silencio—
y el anillo de la vida me cubre con tus manos.
Allí estás, allí estás,
como si fueses una república invencible,
tu ausencia es un ramo de caoba
y el regocijo de una ambrosía recitando pastorales.
Ocultas en el cielo cual rincones alados
tus caricias descienden
y no hace falta vigilar la noche
—porque la noche eres tú—.
Mi nodriza, mi querida nodriza—hija de la nieve—,
tus labios me habitan en lo inacabado,
en ese arabesco que es murmullo y permanencia
y ni siquiera la Ausencia lo consigue detener.
Siempre serás mi Rimbaud, mi Federico,
mi Huidobro, mi Alejandra:
me los diste como hermanos y en su aire respiro
— gracias por tanta bondad madre—,
por ser el perfil en el catálogo del sueño
y el canto que cubre mi alma en el Poema.
METAMORFOSIS
Ser la fuente y el Tiempo lejos
de la existencia apoyado en la pureza
—al otro lado de los espejos—,
desde lo visible a lo invisible,
con la máscara de la meditación
entre libélulas que danzan junto a los astros.
Ser la capacidad de tránsito
y el predominio del azar
que lleva a la visión perfecta
al hacerse la hondura mito
del hombre que mira
con el privilegio del agua clara.
Ser lo que ya no es, pero sí está, cuando el “Yo”
transformado en poética da sentido a la redondez
y seduce a los gnomos como una neblina
contra lo estático.
Ser exilio mientras el mundo no consigue tocarnos
porque la desnudez es demasiado fuerte
y su sombra lo suficiente perfecta.
Y ser amante y amado,
en el instante que la irrealidad
deja de convertirse en utopía.
Luis ÁNGEL Marín -España-
Publicado en el libro Siempre iluminadas nunca olvidadas
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