Al deslizar, como un reloj de arena,
el dedo corazón por las postales:
ella pensó en el mar, y él, en sus cristales
rotos. ¡Ninguno vio esa ballena!
Ambos buscan la luz -sus santos griales-.
Ella rota de amor, y él, con la pena
de ver la mar -bajo la luna llena-
y saber que los hombres son mortales.
¡Oh memoria!, ¡oh sirena!, ¡oh diosa ingrata!:
¿quién da alas a tu voz?, ¿y quién zapatos
a este sueño de amor que a mí me mata?
Ella supo entender, siendo sensata,
su corazón -las sombras de sus gatos-.
Y él, ¡cuánta muerte esconden los retratos!
Antonio Ramos Olmo -ESPAÑA-
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