jueves, 23 de enero de 2020

FRAGILIADAD


Estaba aturdida, la falta de comida y agua hacían estragos en su cuerpo y en su mente; el miedo invadía cada poro, cada arteria y hacía eco en cada latido como tambor que anuncia el desenlace final.
Y lloro, lloro sin lágrimas, lloro hacia adentro sintiendo la sal que quemaba sus venas y que traspiraba, arrancando a su paso lo que le parecían pedazos de piel mientras sentía como se erizaba cada centímetro de su cuerpo.
Se arrellanó en la cama contrayéndose en posición fetal, su boca tenía un saber acre, a metal oxidado y sus labios se pegaban por la sed extrema. Se sentía impotente, vulnerable, pisoteada, denigrada…y sola, profundamente sola…y se hundía cada vez más en la inconciencia…
De donde fue arrancada por el estruendo de una patada en la puerta de entrada que estallo en pedazos…el tiempo se detuvo y los segundos pasaron en cámara lenta, las astillas de madera volaron por el aire y apenas alcanzo a incorporarse unos centímetros; su mente trastornada intentaba comprender que sucedía, cuando los vio frente a ella.
El más absoluto terror por tantos días albergado repto de su estómago a su pecho arañando su esófago a su paso y una bocanada de nauseabundo olor que saturo su boca y salió por su nariz, precedió la entrada de los 3 hombres que le apuntaban. Pero no vio sus armas, con las pupilas dilatadas su mirada estaba fija en los ojos simiescos y la sonrisa torcida de quien, ahora sabia, le apodaban “Las chanclas”. Sintió un vértigo estomacal, su onda expansiva se extendió a todo el cuerpo y una fría sensación lacero su pecho…Si, era tal como le recordaba, como tantas noches los dedos descarnados del miedo y el asco le habían dibujado en su mente; con tanta precisión que habían quedado tatuados en sus recuerdos.
Un escurrimiento frio le recorrió la columna y erizo su pelo que podría jurar que se blanqueó en ese mismo momento…le vio avanzar hacia ella y el más absoluto terror le hizo encogerse, achicarse, sus rodillas tocaron su pecho y cerró los ojos con fuerza. Un sonido estridente, como matraca, taladro sus oídos; su vista se nublo …y soltó la orilla de la conciencia dejándose caer en el abismo, el hoyo negro que tragaba todo el miedo y el dolor en la más completa fragilidad y soledad del ser.
Se sintió liviana, incorpórea, girando, girando, negro, profundo…y desapareció…

ANA AYALA -México-

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