lunes, 6 de enero de 2020

SENCILLO PRELUDIO A UN ANOCHECER


Otro día del mundo declina. Y miro su horizonte. Más allá del paisaje, es la línea que define caminos circundantes, abriéndose a lo inmenso, penuria de luz. al suave preludio del anochecer. Sin ser propiamente mío, soy su parte viviente. La hora señalada de mi vida en un día de mi mundo activo, y abrazado su plenitud. Más allá aun, en giro del mundo planetario, se planifica la infinitud sideral del cosmos oscuro, misterioso, inacabado. Sin volar a su abierto espacio aun soy parte minúsculo de su otra existencia. Pero la luz declina en noche creciente. Ahí detenido, en algún lugar, admiro el planisferio de su belleza. No sé bien porque lo hice. Solo me detuve a ver su transición… quizás… como devenir del olvido, recordar como esa vez, en su quietud, llegue a escuchar mi silencio. Y esa noche fue mía, austera, abierta y plenamente mía. Escuche los rítmicos latidos de mi corazón. Supe de mí, por primera vez, en su expansión. Comprendí mi interior. Supe de mi error, mi alguna confusa actitud. Entendí mi acontecer y descubrí mi sensación. Entendí la altura enorme de mi pequeñez. Que simple es vivir sin cuestionar tus noches ni temer tus mañanas. Sabiendo cuánto vale un segundo de tu palpitar en su compleción. Más ¿Cuál es su misterio? es extraño sentirlo manso y tranquilo, la vida que no se acelera ni pasa como vagones de tren en marcha sino quieto en su seno abraza, profundo, amoroso y cierto, otros son los significados y los sentidos, placidos minutos vividos en su humano acierto. Siendo continuo y armonioso ¡cuánto anochecer perdimos! por no estar unos instantes ahí detenido mirando, nos quitamos el placer de congraciarnos, llenos y dichosos a sus otros verdaderos sentidos… a otras luces despiertas y lumínicas, los que siguen a nuestros ánimos más dormidos…”
José Revello
(Fragmentos de “Similitudes del tiempo”)

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