Como un día de invierno
dejado atrás pero aún mío,
tu nombre yace en mis labios
como un archipiélago
sobre un mar rojo,
y cuando hablo
cualquier idioma del mundo
mi aliento te roza
como la luz más lenta del otoño
cuando pule
el contorno de las hojas.
He visto demasiados occidentes.
La jirafa y el león
escucharon mi voz
y volvieron a mirar.
Mi sombra se estiró
hasta alcanzar sus sombras
y nuestros ojos se encontraron
en el centro de la sabana
y del mundo
y en esos ojos míos
también estaba tu imagen,
tatuada en mi pupila
como un relámpago en la oscuridad.
Toqué la piedra de mil años,
se sumergió mi pie
bajo siete mares distintos,
y aunque me fui
permanecí
en el mismo sitio siempre,
encerrada en el margen
de ese cielo semejante a tus labios.
Como un día de invierno o de verano,
tu cuerpo es mi horizonte,
el límite infinito
de mis ojos cerrados.
ROXANA MÉNDEZ -San Salvador-
Publicado en Luz Cultural
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