viernes, 27 de mayo de 2016

UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO


“Luego se los cuento”

Mujer cantaletosa:
das órdenes sin pedir favores;
siempre señalas o regañas,
y nunca acaricias.
Que tal desgastar toda la vida y recursos,
para terminar abandonado en un asilo,
por las hijas y sus apariencias.
O si dejaste cualquier peso mal puesto,
te buscan la caída,
sin importar el precio.
Sólo malvadas desalmadas mandan al urólogo,
A un anciano octogenario.
Y si para colmo está deprimido;
dicen que tiene problema mental,
y hacen un aquelarre,
aseguran que es alzheimer...
JesusCristo nos coja confesados,
o en el confesionario.
Y es que las traicioneras mueren,
hieren,
y hieden;
la última lección de un hombre grande...
mi padre,
se suicidó;
negándoles el gusto de torturarlo viéndolo acabado,
mientras alguna hacía un espectáculo ridículo queriéndose limpiar la conciencia o el culo,
y lo abrazaba aprovechando que estaba indefenso,
y sólo al expirar pudo descansar.
Pobrecito el que cae en manos de un vicio que despilfarre los recursos de la familia,
los propios,
o la vida misma:
Drogadicción o Alcoholismo,
que es casi lo mismo;
glotonería,
ludopatía,
o algún otro diferente a una mujer,
adjetivo infundado,
pero bueno de tener.
Para bajar al infierno es necesario esperar que venga la envidia,
matándonos un poco del todo,
o del todo un poco.
Miserable quien vive en agonía viendo a otros progresar,
pudiéndola utilizar en constante mejoría.
Disminuido físicamente,
mentalmente,
o el colmo es estar muerto pero consciente...
tetraplégico.
O consciente pero muerto...
sin propósito.
Podrías tener una temporada en el infierno,
o vivir siempre para la eternidad en el cielo;
que es otro cuento que luego les cuento.                                                                  

El que me escucha y cree, ha pasado de muerte a vida.                                                                                                                                                                  
SERGINAZ DUGAND HENAO

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