viernes, 27 de mayo de 2016
USUARIO REGISTRADO
De un tiempo a esta parte, todos los mensajes de texto que recibo contienen consignas extrañas que me han hecho sospechar que mi cuenta ha sido intervenida. Pero entonces llegaste tú para hablarme de lo seguras que son, hoy en día, las comunicaciones virtuales, de cómo se puede realmente seguir
cualquier tipo de contenido y dar con su origen sin que el otro usuario pueda hacer nada por impedirlo. Pero tu rostro ha cambiado en el momento que has visto esos mensajes, me has tildado de
loco, inconsciente y no sé cuántas cosas más, y has salido de mi casa mirando hacia todos lados y con mucha urgencia.
Esperaba tu ayuda para seguirles el rastro, eres la única persona que conozco capaz de hacerlo. Esas entradas extrañamente codificadas contienen información de inversiones, cifras de lotería y apuestas ganadoras, pero no de ayer, sino de mañana, pasado mañana o dentro de una semana, un mes o un año.
Sé que obré mal el día en el que accedí al territorio prohibido, ese que tú dominas, pero de qué sirve la ley si no es para quebrantarla.
"¡Aléjate de la Red Profunda!", me advertiste antes de partir, dejándote olvidadas tus enigmáticas gafas azuladas que te calzabas para "cibersurfear", como le llamabas. Sucumbiendo a un caprichoso impulso, me las puse y volví a leer el último mensaje que te había enseñado. Debajo del texto, una serie de números que no había visto antes, cifras que parecían coordenadas de navegación. Un portulano para futuros capitanes de silicio. Las ingresé, y accedí a un oscuro portal, un maelstrom de
secretos futuros y pasados, velados a los simples mortales como yo. Y entonces, en ese imposible Aleph de probabilidades, pude encontrarte, sentado frente a la pantalla —tu pantalla, y la mía, al mismo tiempo—, y entendí que eras yo mismo en una línea de tiempo alternativa. Había llegado al
punto cuántico donde todos los tiempos eran el mismo, y la flecha del camino apuntaba hacia todas las direcciones a la vez. Quisiste advertirme; lo entiendo ahora, aunque temo que sea demasiado tarde: ya no sé quién es el Viajero, y cual el Usuario Registrado en el portal del Infinito.
Carmen Rosa Urrea Signes (España) y Patricio G. Bazán (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 148
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