El hombre cuelga por los pies del techado de los andenes. Balancea el cuerpo y aguarda. La locomotora se detiene. El hombre aspira con placer el humo como si aspirara el de un gigantesco cigarro. El hombre se intoxica y cae. El humo no consigue hacer flotar al hombre.
Del libro Cuentos de hombre y altura de FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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