Un buen caminante no sólo camina,
también observa al caminado, al traspasado
por las prisas ó por la parálisis
de una vida envuelta en mantas hechas con palabras
ó con imágenes…, ó con devastaciones.
El buen caminante, intuye las lluvias y los calores,
la observancia de las leyes y las peleas,
la carencia de amor y los deseos contenidos…,
los deseos, tantas veces, no deseados…
Cada caminante busca una meta que nunca está
en el final del camino, sino en el comienzo,
en el lugar donde están las esperanzas,
las verdades nunca dichas, las calumnias é, incluso,
las más denostadas desesperaciones.
En cada sendero hay una autopista,
en cada esperanza hay una virtud, en cada
mirada hay una expectación
y en cada injuria hay el convencimiento
de que la más cruel de las venganzas
es el perdón…
Hay caminos que sólo puede recorrer
el mal caminante… Hay caminos
en los que la angustia se convierte en compañera
y la compañía, por dañina,
se termina por transformar
en angustia…
Julio G. del Río
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