Día a día, confecciono mi oración.
Llanto a llanto, con hilo
de oro y de vida;
risotada a risotada, en agujas
de triste muerte…
Voy fabricando mi oración
en calma, en esa terrible angustia
que proporciona la esperanza;
día a día…, hora a hora…,
a cada momento de silencio,
en cada bocado,
por cualquier camino…,
sobre la misma cama.
Mi oración se hace de pobreza,
de penalidad, de quejas
por derecho…, por esa razón
que se me ha concedido,
para ser buscado por hordas
de mi futuro…, en ese cielo
que es mío, sólo mío…,
en mi cielo…
Julio G. del Río
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