lunes, 1 de septiembre de 2014

DELIRIO DEL DIOS


Ven, dulce amiga, ven…
E.E.               

Perséfone divina,
rompé, vení, brotá,
señora del infierno.

Mi barba es una manta
viva
para nuestros piojos.

¿O no dijiste vuelvo
pronto, y desde anoche
no volviste, cariño?

La llama de la fe
vacila así, dietética
señora, caradura.

Desde el último sorbo
cada soplo que doy
me pesa como un  ancla,
sin contar los juanetes.

Vení, brotá, rompé,
si todo joven
(incluso del noventa)
exige tu delicia:
¡cuánto más esta ruina!

No mires, no me mires.
sabé que ya no puedo,
sabé que ya no importa:
miráme, concedéme.

Yo sé besar querida,
aún figurado y pocho,
uvita chinche mía,
cartoncito de ensueño.

Vocecita, mi cielo,
vení, rompé, brotá,
turrita de tinieblas.

Del libro Canción del Samurai de Javier Adúriz -Argentina-
Publicado en la revista Estación Quilmes

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