Expresiones
que se tensan,
se expanden
en un cuarto de lunas
vacías.
Superficies de lisas
tonalidades,
hojas que no hablan,
solo miran
y entre sí
callan vidas.
Pensamientos sumisos
de esperas y transparente vidrio
buscando un balance
ya perdido.
Ese silencio que las
cosas reciben en el fuego,
delicado trance
entre la luz y la oscuridad,
de la cera fundiéndose
en las manos del artífice.
Los rostros buscan
sonrisas donde
anclar sus ojos melancólicos,
claras medallas
ganadas en ríos cruzados
cuando otros llantos invadieron.
Marcela Villar
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