El camino de la necesidad
busca llave para ti,
llave de puerta y acto total,
vueltas al escape contigo,
hasta que vimos la tarde hurgándose en la insignia del cielo.
Colores de dedos apuntan al horizonte,
el ayer con corazón de ocaso.
Nos quedamos besándonos en la huella celeste de julio,
nuestros días salían del pecho
con lucidez y planta,
el amor reposaba tranquilo en la ciudad de nuestros cuerpos sin ocaso.
La tarde de tallo
y cuerpo, nuestra sed con zumo de caña gutural,
se posesionaban calles pestilentes de vándalos y grafitti,
las palabras con sangre, pintadas en la pared,
un amor lerdo y mellado
de los que aún no han logrado la armonía buscada.
Jugábamos al ansia menguada,
al miedo de no decirnos sol,
lo permitido era extraño,
un camino sentido, endeble en los labios,
empuñábamos el destino envés,
la alegría ensueño con males culturales,
el luto de tu poesía melancólica, femenina.
Tus versos agrios de piña fresca
con el atardecer sensual,
cada instantes con olas, sentados a nalga en la arena,
olas de azul y espuma,
olas cansadas de caminar siglos y países líquidos
en la profundidad ahogada,
sin prometernos nada estábamos tomados de la mano,
corríamos el verano desnudo.
Tantas llamas ardían en los cinco reinos de las manos abiertas,
ahí tus ojos rielaban alegres
como dos lunas verdes en la arena,
musa plural, clara, fecunda,
esencia de flor carnal
dejando tu huella de alondra crepuscular en la arena peinada por el viento.
Conocía la orilla del trazo que escribías
donde me gustabas tanto,
tu sol de lumbre y tu risa de juanilama fresca,
el follaje de tu ser se sacudía con mis ocurrencias.
Mientras mirabas del otro lado del golfo
los grandes rascacielos que se enderezaban en la distancia como unos grandes senos sin dueño.
Por qué existías ahí, mirándome,
los dos latinos nevados de anhelos
y cumbres de deseo con soplos de albedrío sombrío,
metales corrosivos que deja la juventud en la piel y el sol de ayer.
Belén Aguilar Salas -Costa Rica-
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