Ella estaba atada a la columna, la silla que la sostenía se balanceaba, su cabe-za daba vueltas al mismo ritmo que su mano movía la pulsera, la urraca la mi-raba; en un instante se soltó, miró y voló. La urraca le siguió.
Escrito en el Café Comercial / Glorieta de Bilbao, Madrid, 11 de Septiembre, 2012.
Del libro La Campana y otros textos de Maite Aranda Jaquotot
Publicado en los Cuadernos de las Gaviotas
DE FACEBOOK - 6735 - JEROGLÍFICO 439
Hace 6 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario