sábado, 28 de septiembre de 2013

LA BELLA DIANA

Duerme... su hermosa cabellera roja sobre la almohada, su piel lívida y perfecta, su rostro angelical protegido por la continua e inexpugnable cortina de oscuridad. Es invierno y eso dibuja una sonrisa en sus labios carnosos, para el que la sepa ver.

En invierno las noches son largas.

Sé que no tengo excusa, pero la soledad se retiró cuando ella entró a mi vida, Diana no me ama... lo sé, pero se quedará conmigo y me hará compañía hasta el fin de mis días, hasta el fin de mis noches.

Son largos los días sin ella.

Los quehaceres cotidianos me alejan de la casa y Diana duerme en su refugio de oscuridad.

Cuando llego a casa me recuesto a su lado y ella me abraza, y unas horas después sale usando su mejor vestido y yo trato de no pensar hasta que esté de vuelta.

Diana nunca tarda, no le gusta afuera.

Cuando viene, yo suspiro largamente y ella me imita burlona, tira el dinero sobre la cómoda:

“Para que no tengas necesidad de alejarte tanto tiempo.” Me sonríe y vuelve a su eterno descanso lamiéndose la sangre alrededor de los labios.

Gustavo Valitutti -Argentina
Publicado en la revista Ficciones Argentinas


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