- Papá, siempre que me mirás se te quedan los ojos de chinito – le dijo un día la niña, encaramándose al sofá junto al padre.
- Sos tan chiquita, Soledad.
La niña acarició la barbilla del padre con su escueta mano de cinco años.
Pero, papá, ¿quién quiere una Soledad grande?
Carmen Moreno -Cádiz-España//Madrid-España-
Publicado en la Biblioteca
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