sábado, 14 de septiembre de 2013

ALTERIDAD

Mientras Ignacio aprende a leer, mi perro mira su sombra y ladra. Estos dos hechos fortuitos son uno solo. Aquel otro perro empotrado en la pared, hecho de noche, desprende en el animal un demiurgo parecido al que los símbolos despiertan en el niño. El niño miró alguna vez su sombra, y aprendió a reconocer un misterio inefable de dualidad. En tanto Zeus anda ladrándole a la pared, Ignacio transforma aquellas figuras en cosas cotidianas. Mañana, el niño será un hombre capaz de reconocer miles de nombres e ideas foráneas sí en esos símbolos. Zeus, por el contrario, nunca dejará de ladrarle a su sombra.

Gonzalo R. Roncedo -San Miguel de Tucumán-
Publicado en la revista Hoja de palabras

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