Los pechos blancos y desnudos de la mujer temblaban cada vez que bajaba un escalón. De las caderas húmedas le caía una sensualidad pegajosa que envolvía todo a su paso. Era un espectáculo no apto para cardiaco. Las pequeñas y puntiagudas montañas invitaban a los fatigados ojos a hundirse en sus cráteres, mientras debajo de la planicie del abdomen, dos curvas exageradas parecían alejarse hasta
formar una cavidad que recogiera todas las miradas.
En la orilla del río, el chico la miraba con ojos en continuo crecimiento. Sin poder evitarlo, como quien arroja una pedrada, le disparó un beso que fue a cosquillarle las intimidades. Su imagen se compactó aun más, absorbiendo cada trozo de masculinidad. Por la escalera un escalofrío se resbaló hasta estremecer al muchacho como un estruendoso terremoto. En la noche oscura sólo se oía el latir acelerado de su corazón donde la sangre alborotada hacía que lo muerto cobrara vida. No obstante las revoluciones, el espectro no se inmutó, y continuó el descenso con la misma naturalidad (ahora por el
senderito que llevaba al rio). Saliendo del agua el joven se frotó las manos y sintió el peso de aquellas frutas jugosas en la entrepierna.
No hubo palabras cuando estuvieron uno frente al otro. El brío juvenil no reparó en los ojos gélidos de quién tanto lo seducía y llevado por el instinto se dejó envolver en sus brazos siniestros. Al besarla sintió que su boca era un insaciable sepulcro que lo succionaba. De pronto desaparecieron los jadeos y la erección que le reventaba la piel. Sin saber cómo se halló flotando en un pequeño planeta, de dimensión desconocida, donde apenas cabía él, en caso de qué dejara de orbitar. La medianoche a orilla del río, la mujer o lo que fuera, y la erección habían desaparecido, y en cambio el sol ardía como el infierno. Lo aterró el sonido desconcertante de una enorme cadena de latas que al examinar de reojo le pareció que tenía vida propia y por objeto exterminar todo lo que cayera en aquella superficie del demonio.
Rodolfo Báez (República Dominicana)
Publicado en la revista digital Minatura 124
martes, 25 de junio de 2013
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