No recorras, lejanía, más caminos que mis días.
No descanses, alma mía,
no desmayes, alma mía
y recuerda que su lecho es donde muere tu agonía.
El brillo de mis ojos se atenúa en la distancia
paralelos, sin destino,
discurriendo al infinito
en la noche eterna que me deja la nostalgia.
La sangre mía discurre en el vaivén de los silencios
al influjo de una luna susurrante
hacia el lugar de tu centro amante,
donde comienzan y concluyen todos los misterios.
El color de mis mejillas es reflejo de tu imagen
ruboriza en tu presencia
transformando mi apariencia
de la vigilia apaciguante a la pasión más crepitante.
No recorras, lejanía, más caminos que mis días.
No descanses, alma mía,
no desmayes, alma mía
y recuerda que su lecho es donde muere tu agonía.
Gustavo González -Valladolid-
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Hace 2 días

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