Me quedo aquí, de pie, rebelde y ciega.
Enarbolo estandartes desgarrados,
calzo corazas, guanteletes hoscos y escribo (con hilachas de mi sangre) grafittis insolentes en los muros.
Obstinada, febril, contestataria,
insisto en elevar cada recuerdo sobre la almena inmóvil que el cansancio ha erigido,
cual ásperas vigilias, en mitad de destierros absolutos.
Restauro la rutina del asombro con hebras de memoria,
a pura sangre,
muerdo cada reproche, cada espera, cada harapo de piedra naufragando en la escollera azul de los crepúsculos.
Elaboro brebajes tenebrosos en los calderos hondos del sigilo
y me bebo de un trago los presagios y arrastro mi avidez por los misteriosy renuncio a los códigos absurdos
porque no necesito simulacros ni me conmueven las hipocresías ni me aferro con uñas quebrantadas al dogma de un amor decapitado que sólo puede fecundar mendrugos.
Yo persisto,
tenaz y solitaria,
en mitigar las furias extendidas, en desarmar los puños del silencio, en suavizar insomnes cicatrices, en proteger los cálices desnudos...
y clavo dentelladas a la sombra cuando se atreve a deshacer andamios.
Es que aún nos queda mucho por construir:
ladrillo por ladrillo, metro a metro, por la talla solemne del tributo
y hay que luchar,
sin pausa,
aunque el agobio quiebre la vertical del regocijo, aunque la vida a veces duela tanto como una tarde desmayando hogueras sobre el desorden criminal del mundo.
Del libro A espaldas del silencio de
NORMA SEGADES-MANÍAS
Publicado en la Editorial Alebrijes
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