martes, 12 de marzo de 2013

RETRATO DE HETERÓNIMO


Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
Jaime Gil de Biedma

No soy aquel ni ése ni yo mismo.
No tengo voz ni voto ni palabra.
Nadie me ha dado vela en este entierro.
No canto. No cuento. No existo.

Sé de mí lo usual, tan poca cosa
que se reduce a un apellido, un nombre,
y tampoco son míos; ni siquiera
la edad que me atribuyen, los años no vividos,
las historias que encierro en cuatro versos
como cuatro paredes. Ni mi firma.

Qué hago aquí, me pregunto y eso es cierto,
usurpando una luz que no es la mía,
colgado de una hembra que tiene quien la quiera
y prefiere a otro tú, a otro yo-lírico,
sombrío, taciturno, fracasado;
un hombre tan real, que suda y sangra
cada vez que el arcángel le invita a echar un trago.

Ni siquiera me queda la coartada romántica
de forjar en mi fragua la hoja del cuchillo
que he de blandir quizás para matarme,
a falta de una espada que me lleve a la gloria.

En fin, soy un okupa de la mansión que habito.
No tengo nombradía ni estilo, soy un eco
de mí mismo, sin honra ni fortuna,
sin currículum vitae, sin papeles.
Soy un triste no ser, venido a menos.

He entrado en el Parnaso por la puerta trasera.
En el coro de Apolo voy de simple corista,
una puta barata que, a veces, se desnuda
y, a veces, bebe el güisqui podrido del alterne.

Nada os debo, es verdad –ya lo dijo el poeta-;
para el pan que me como, con usura lo pago:
un escaño en el cielo se reserva a quien sufre
y, aunque no creo en Dios, le reprocho mi suerte.

Y para qué seguir. Se acabó la película.
No soy más que un poetastro, condenado al olvido.
En los libros de texto no ocuparé una línea.
Mi futuro es la tierra de una fosa común.

Del libro Retrato de heterónimo de Domingo F. Faílde -Linares-
Publicado en la Biblioteca

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