Encontraré tu cuerpo en la ventana,
en la corteza del mar que no se rompe.
Entenderé, al fin, que nada salva,
si estás dispuesta a condenarte,
a no vivir...
A perderte para siempre
en esta luz de lágrimas,
a preferir la huida a la batalla.
El tiempo no sirve para ocultarse
ni redimir. Al fin, nada nos salva.
Gonzalo Salesky
Publicado en la revista Nevando en la Guinea
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