A Julián y a Javier
Javier trabaja en tribunales.
Años atrás la dictadura amputó su familia,
el país le quitó los padres
que el pueblo heredó.
Su derecho a ser en el mundo es lo que
quedó de la conjunción entre
un abrazo y el odio, el jugo que resulta
del polen y la soda cáustica.
Se hizo hombre un día,
chiquitito e indefenso como era.
Sobrevivió al dolor,
lo aprendió en la calle.
Ahora puede amar y ser correspondido.
Javier trabaja en tribunales.
La Justicia podrá ser como
la bella palabra que la nombra
el día que haya otros como él en los juzgados,
miles y miles como Javier
tras las escaleras de mármol que
conducen al paraíso o Devoto.
"Democratizar el Poder Judicial", como se dice.
En criollo: que se parezca a Javier,
a su mamá y su papá, al pueblo
que los contiene a los tres.
Demetrio Iramain
Publicado en el blog poesiaypolitica
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